De la lesión al milagro: nuestra experiencia con el Método Doman - Parte 4
Parte 4: Los primeros años con el Método
Les comparto lo que hicimos con Junior durante los diez años que asistimos a los institutos:
Conforme avanzaba en el programa, Junior fue mejorando sus habilidades motoras. En la primera parte, se nos indicó aplicar la técnica llamada “plano inclinado”, que consistía en darle la oportunidad de sentir el movimiento por medio de la gravedad de manera independiente. Él consiguió bajar sin problema: primero sostuvo su cabeza y después logró girarse.
El siguiente paso era el arrastre. Para esto, lo colocábamos en el piso, motivándolo a avanzar, pero no lo conseguía. Lo intentamos de mil maneras, sin éxito. No quiso o no pudo arrastrarse. Aun así, su movilidad general mejoraba: sus manos se abrían un poco más y su cuerpo estaba más fuerte. Un día, mientras estaba boca abajo en el piso, levantó su parte trasera y empezó a impulsarse hacia adelante. Al día siguiente, levantó también los brazos, colocándose en posición de gateo. Me puse feliz: Junior había vencido su propia gravedad, levantando el abdomen del suelo. Para mí era una señal maravillosa. Sin embargo, reconozco que no debí dejarlo saltarse la etapa del arrastre; de haberla realizado en su momento, habría sido mejor.
A los pocos días de empezar a gatear, Junior ya se transportaba de un lugar a otro. Al inicio avanzaba un metro, pero pronto llegó a recorrer hasta cuatro kilómetros diarios. De estar totalmente quieto, se convirtió en un niño con una movilidad excelente. El gateo lo hacía en patrón cruzado, lo que le facilitaba el desplazamiento. Le construimos una pista angosta con alfombra que recorría toda nuestra pequeña casa, y la transitaba una y otra vez. Me emocionaba ver a mi bebé gateando.
Cada día estaba mejor: ya no se resfriaba con tanta frecuencia, tenía buena digestión, sus manos permanecían totalmente abiertas y comenzó a balbucear más. Se notaba que nos entendía mejor; cuando le hablábamos, respondía con sonrisas o llanto, sus formas de expresarse. Durante el programa, era evidente que captaba mucho más. Cada día había un nuevo logro en sus habilidades: incluso empezó a subir y bajar escaleras gateando. Cada uno de esos avances representaba para mí una satisfacción infinita.
Después de estos adelantos, estaba listo para iniciar el programa que lo ayudaría a desarrollar su habilidad para caminar.
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Esperanza Valdéz
AutoraMamá, escritora y conferenciasta. Autora del libro "El Color de la Esperanza"
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