De la lesión al milagro: nuestra experiencia con el Método Doman - Parte 10
Parte 10: Benditas sean las malditas convulsiones
Pasaron los años y, al ver los logros alcanzados con la práctica de los programas, creía que ya lo había superado todo, que Dios se había apiadado de mí, que ya nada malo podía pasarme; ¡había cumplido la cuota! Estaba segura de eso, me sentía a salvo, pero la vida pronto me dejó en claro que no era así.
Junior comenzó a convulsionar cuando tenía diecisiete años. Fue como una cubetada de agua helada. Sentí que la vida me traicionaba, que me gritaba, vomitándome de nuevo las palabras: “Tu hijo tiene lesión cerebral, se va a morir”. Nuevamente, debía empezar de cero. Y ya no acudimos a los institutos; sin embargo, todo lo aprendido, ahora con las convulsiones, era el momento de ponerlo a prueba.
Necesitábamos consultar a un especialista en neurología para conocer el alcance del problema y, en su caso, descartar un tumor o una malformación que pudieran ocasionar las convulsiones. Viajamos a Ciudad Juárez, Chihuahua, para recibir la atención de una doctora muy reconocida. En nuestra primera entrevista le dijimos claramente que no pensábamos medicarlo con anticonvulsivos. Ella comentó que respetaría nuestra decisión hasta analizar los estudios que le harían a Junior.
Al darnos los resultados, la doctora estaba sorprendida de lo bien que funcionaba el pequeño cerebro de Junior. Nos explicó cómo se comportaba la electricidad y respetó nuestra decisión de no medicarlo con anticonvulsivos, aunque bajo nuestra responsabilidad. También nos felicitó por lo bien que lo habíamos estimulado y por el buen trabajo que se había realizado con él. Después de conocer las investigaciones que nos mostraron en el IAPH, estábamos —y seguimos— convencidos de que los anticonvulsivos resultaban dañinos para su cuerpo.
Sufro y me angustio, pues ninguna convulsión es igual a otra. Sé que, cuando le falta oxígeno, el cerebro activa un instinto de supervivencia que produce una reacción para abastecerlo. Si no fuera por la convulsión, moriría por falta de oxígeno; así que, benditas sean las malditas convulsiones.
Lo único que yo sabía —y sigo sabiendo— es que no debemos medicarlo y, hasta el día de hoy, ha conseguido sobrellevar su lesión cerebral sin ningún anticonvulsivo. Esta ha sido una decisión difícil, pero la hemos seguido al pie de la letra, con férrea determinación.
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Esperanza Valdéz
AutoraMamá, escritora y conferenciasta. Autora del libro "El Color de la Esperanza"
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